Autor: Adriana Schettini
171844: ese número fue tatuado en el brazo de Julio Pitluk al entrar en el campo de exterminio de Auschwitz. La barbarie nazi quiso quitarle el nombre, la identidad, la vida. Pero precisamente las letras hebreas de la palabra vida -jai- son las que sostiene su mano en la portada de este libro. Como la inmensa mayoría de los que se salvaron de la Shoah, Julio sufrió el hambre, el frío, la tortura y la deshumanización. Ante sus ojos, seis millones de personas fueron convertidas en humo acre que despedían las chimeneas, en cadáveres amontonados que emergían de las fosas comunes al terminar la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo, entonces, pudo volver a amar la vida?
Julio lo explica en estas páginas. También otros sobrevivientes: José Rajchenberg, Salomón Feldberg, Isak Lempert, Elizabeth Marchak, Moniek Taub, Moisés Borowicz, Stella Feigin, Sarita Rosenberg, Regina Hubel. Y cuentan más, ya que estos diez hombres y mujeres emigraron a la Argentina, donde los pusieron a prueba la inflación de Celestino Rodrigo, la "tablita" de José Alfredo Martínez de Hoz, el "corralito" de Domingo Cavallo; las dictaduras, la corrupción política, las crisis institucionales; el fantasma de su propio sufrimiento, encarnado en cada niño desnutrido que muere, en cada familia que hurga las bolsas de basura.
De eso hablan, con sencilla sabiduría, las diez voces que Adriana Schettini hila con sensibilidad y talento narrativo.¿Cómo se vuelve a sonreír, a desear, a gozar y a soñar después de Majdanek o del gueto de Varsovia? ¿Cómo se confía en los pares tras haber padecido el costado más espantoso de la condición humana? ¿Cómo fue vivir en la misma Argentina que dio refugio a nazis como Adolf Eichmann o Erich Priebke, donde volaron en pedazos la Embajada de Israel y la AMIA? ¿Cómo se saca fuerzas de flaquezas para seguir adelante?
Desde la distancia infranqueable de su tragedia, los sobrevivientes nos enseñan el sentido sagrado de la vida.
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